lunes, 29 de octubre de 2012

Código de Conducta



El siguiente video está destinado como guía para Anonymous, preparándose para accionar en su primera manifestación pública en la vida real. También proveerá un repaso para aquellos de ustedes que hayan experimentado con esta modalidad de petición.

El propósito de la manifestación en la sociedad occidental moderna es el llevar un mensaje al público. De acuerdo con este objetivo Anonymous ha trazado 22 reglas que Anonymous puede seguir en orden de asegurar Epic Win y no poder Hit Points por tu parte.

Regla Número 0: Las reglas 1 y 2 de Internet aún aplican. Tus Memes no son, en este momento, algo que el mundo real pueda apreciar.

Aunque diálogo meme entre compañeros Anonymous es aceptable, concentrate en el objetivo y mantenelo al mínimo.

Regla Número 1: Mantené la calma.

Regla Número 2: Mantené la calma. Especialmente cuando te acosen.

Sos un embajador de Anonymous. Aunque individuos tratando de desbaratar tu manifestación lleguen a tus nervios, no debés perder los estribos. Hacerlo dañará la protesta y manchará la reputación de Anonymous.

Regla Número 3: Cumplí con las órdenes de los oficiales de las fuerzas de la Ley por encima de todo.

Hacer lo contrario es dañino para la manifestación en su conjunto y puede comprometer tu desempeño como ser humano.

No pidas números de placa a menos que estés siendo tratado de una manera muy abusiva, ya que hacerlo enojará a los oficiales.

Regla Número 4: Notificá a los funcionarios de la ciudad.

La mayoría de las jurisdicciones o bien tienen reglas sobre protestas públicas, o prefieren ser notificadas de que están teniendo lugar.

Conocé las reglas de tu jurisdicción y regite por ellas.

Regla Número 5: Siempre estar en la vereda de enfrente del objetivo que es protestado.

Regla Número 6: En la ausencia de una calle, encontrá otra barrera natural entre el objetivo de protesta y vos.

Eso hará más difícil para individuos hostiles a tu causa venir a acosarte.

Regla Número 7: Permanecé en propiedad pública. Podés ser acusado de intrusar si no lo hacés.

Regla Número 8: No violencia.

Regla Número 9: No armas. La manifestación es un evento pacífico. Tus armas, no las necesitarás.

Regla Número 10: No alcohol ni bebida previa. Violar esta regla precipitará fácilmente una violación de las reglas 1 y 2.

Regla Número 11: No graffiti, destrucción o vandalismo.

Regla Número 12: Si querés hacer algo estúpido elegí otro día. Esto debería explicarse por sí mismo.

Violaciones de estas reglas durante una manifestación mancharán la reputación de Anonymous, dañarán la manifestación misma y te dejarán vulnerable a la atención de las fuerzas de la ley.

Regla Número 13: Anonymous es Legión. Nunca estés solo.

El aislamiento durante una protesta te marca como un blanco para "manejadores" que deseen provocar una reacción de ira tuya y de otros hostiles.

De acuerdo con este principio... Regla Número 14: Organizar en escuadrones de 10 a 15 personas.

Regla Número 15: Uno o dos megáfonos por escuadrón.

Un megáfono es útil para mantener la cohesión general de una manifestación y esparcir tu mensaje. Sin embargo, demasiados confudirán al público y te dejarán sordo.

Regla Número 16: Conocé el código de vestimenta.

Formar un código de vestimenta floja pero razonable para los miembros de la protesta ayudará a mantener cohesión y hacer que el público te tome en serio.

Regla Número 17: Cubrí tu cara. Esto evitará tu identificación por videos tomados por hostiles, otros manifestantes o seguridad.

Usá bufandas, sombreros y anteojos de sol. No son necesarias máscaras, y ponérselas en el contexto de una manifestación pública está prohibido en algunas jurisdicciones.

Regla Número 18: Llevá agua.

Regla Número 19: Usá buen calzado.

Seguir estas reglas asegurará tu comodidad durante la manifestación. Mantené en mente que las manifestaciones a menudo pueden ser bastantes largas.

Regla Número 20: Carteles, volantes y frases, tenelas listas.

Asegurate que los carteles son lo suficientemente grandes para leerse.

También asegurate que el texto en tus carteles y tus frases son pertinentes al objetivo de la protesta.

Regla Número 21: Prepará flyers legibles, sencillos y precisos para dar a quienes deseen saber más sobre las motivaciones detrás de sus acciones.

Por último, Regla Número 22: Documentá la manifestación.

Videos y fotos del evento pueden usarse para corroborar tu lado de la historia si se involucran las fuerzas de la Ley.

Además, postear imágenes y videos de tus heroicas acciones por todo internet está atado a generar win, exhortando a otros Anonymous a seguir tu glorioso ejemplo.

Si seguís estas simples reglas el éxito de tus acciones está virtualmente asegurado.

Sin embargo, tené en mente que el éxito de la manifestación como un todo depende del buen comportamiento de todos aquellos que participen.

Ignorá estas reglas a tu propio riesgo. Seguilas, y la victoria será tuya.

Somos Anonymous.
Nosotros no perdonamos.
Nosotros no olvidamos.
Espérennos.

Mirror de https://www.youtube.com/watch?v=-063clxiB8I lanzado el 1 de Febrero de 2008. Traducido y subtitulado en castellano por Petete "Argie" Anon / Ozymandias Veidt para Anonymous Argentina.
Blog de Anonymous Argentina http://anonymousdeargentina.blogspot.com/
Anonymous Argentina en Youtube http://www.youtube.com/user/AnonymousArgentina
Twitter de Anonymous Argentina http://twitter.com/AnonymousARG

martes, 23 de octubre de 2012

Gerry Armstrong, ex archivista de L. Ron Hubbard, habla sobre Anonymous


Por Petete "Argie" Anon para Anonymous Argentina.

Esta entrevista es un extracto del documental “Wall of Fire” producido en Dublín, Irlanda. En ella Gerry Armstrong, Ex-Scientologist, habla de su relación con Anonymous desde el lanzamiento del Proyecto Chanology en 2008, y de como el anonimato permite a muchos impostores y gente con otros intereses hacer toda clase de actos criminales bajo el disfraz de Anonymous pero no teniendo nada que ver con el movimiento.

Gerry Armstrong era un miembro de la Organización del Mar (Sea Org, el cuerpo paramilitar de la “Iglesia de Scientology” -o “Cienciología”-, que no es más que un gran grupo de trabajo esclavo de la secta). Escaló rangos hasta llegar a convertirse en el archivista personal del fundador de Scientology, el escritor de ciencia ficción L. Ron Hubbard. En 1980 fue puesto a trabajar con el autor Omar Garrison, a quien Scientology le había encargado escribir una biografía oficial del líder, LRH.

Para este trabajo, entre otras cosas Gerry pidió los registros de guerra de Hubbard de la Marina y sus transcripciones de la George Washington University, donde Hubbard había estudiado la carrera de Ingeniero Civil. Entonces descubrió un tesoro escondido de verdadero material del pasado de Hubbard, y su alegría inicial se convirtió en preocupación por la evidencia documentada que revelaba que Hubbard y Scientology mentían sobre el verdadero pasado de LRH.

Entre otras cosas, lejos de ser el héroe de guerra que proclamaba, Hubbard había sido dado de baja de la Marina en Diciembre de 1945 por incompetente (luego de disparar contra submarinos Japoneses inexistentes y practicar disparando contra una isla de México arriesgando el comienzo de una guerra durante su breve estadía al mando de dos embarcaciones), y en la universidad además de tener generalmente muy bajas notas había reprobado Física y abandonado sus estudios, aunque dijera al mundo que era un Físico Nuclear.

Gerry Armstrong instó a distinta gente en Scientology a corregir los “errores” y contar la verdadera historia de L. Ron Hubbard, explicando que si el público descubría que la historia de Hubbard era una sarta de mentiras serían menos propensos a creer en sus enseñanzas de Scientology.

El resultado fue la expulsión de Gerry Armstrong de Scientology tras haber sido declarado “Persona Supresiva” por la secta, y décadas de acoso sistemático siguiendo la infame política de “Fair Game” (Juego Justo) de Scientology, con trampas, amenazas y atentados contra su vida, además de demandas legales, lo cual continúa hasta la actualidad.

Los documentos que Gerry envió a Omar Garrison se volvieron la principal preocupación de Scientology, que lo demandó por hacerlos públicos. El Juez Paul G. Breckenridge falló en favor de Gerry y su decisión es hasta la fecha una de las más cáusticas acusaciones contra Scientology.

Gerry llegó a un acuerdo con Scientology para no hablar sobre los abusos sufridos dentro de la secta, pero no se dio cuenta que al firmar el acuerdo Scientology continuaría difamándolo y atacándolo, llegando al punto de enviarle espías para tenderle trampas que los habilitaran para volver a demandarlo legalmente.

En 1984 David Kluge y Mike Rinder lo contactaron pidiéndole ayuda para reformar Scientology desde adentro. Gerry accedió a encontrarse con ellos sin saber que eran agentes de la “Oficina de Asuntos Especiales” de Scientology que grabarían el audio de sus conversaciones mientras el investigador privado de Scientology Eugene Ingram filmaba sus encuentros en el Griffith Park de los Angeles.

Scientology usó esos tapes secretamente grabados para tratar de arruinar la reputación de Gerry Armstrong. Entonces Gerry empezó a hablar públicamente sobre Scientology para aclarar las cosas, pero al hacerlo fue hallado culpable de romper su acuerdo con la secta. Scientology convenció a una corte de California para emitir una orden judicial permanente contra Gerry.

Con los años las demandas se sucederían, y condenas por cientos de miles de dólares así como 26 días de cárcel. Pero Armstrong, viviendo en Canadá, nunca se presentó a la Corte de los Estados Unidos y no fue encarcelado.

Mientras la secta “Iglesia de Scientology” (Cienciología) da como ciertas las mentiras grandilocuentes de Hubbard hasta el día de hoy, Gerry Armstrong continúa revelando la verdad y protestando contra esta organización criminal, con el apoyo mundial de Anonymous desde el nacimiento del Proyecto Chanology a comienzos de 2008.

Fuentes:








domingo, 14 de octubre de 2012

Anonymous, contra todos y contra nadie (revista digital "Anfibia" Mayo 2012)

Lunes 21 de Mayo de 2012

Guerrilleros de principio de milenio, no todos los anonymous sueñan con hackear el portal del FBI. Las células argentinas son un poco más modestas: luchan contra la Cienciología. Un cronista científico siguió durante dos años a los activistas digitales de la máscara de sonrisa siniestra y se sintió aliviado ante la imposibilidad de una ciberguerra.

Por: Federico Kukso

A las 16.41 de un miércoles de marzo de 2012, un mail hizo el viaje de su vida. Este conjunto de ceros y unos que muchos aún imaginan como una carta comenzó una peregrinación frenética por los servidores de todo el mundo. Salió de algún rincón de Buenos Aires, pasó por Puerto Alegre, Londres, Bangkok, Dallas, Palo Alto, y en menos de diez segundos aterrizó, por fin, en mi casilla de GMail.
Una palabra en el asunto del mensaje. Seis en el cuerpo.
“Hola, tanto tiempo. Tenemos que vernos”.
Y nada más.
Un mail más para borrar, pensé y vi la firma. “Petete”: una de las voces argentinas de Anonymous, una de las tantas caras detrás de la máscara sonriente de la película V for Vendetta, aquellos activistas insolentes, los enemigos a muerte de la iglesia/secta de la Cienciología conocida tanto por su adoctrinamiento de las estrellas de Hollywood como por su lavado de cerebros; llaneros solitarios que sacuden el mundo dentro y fuera de la Web y trazan la última línea de defensa contra la tiranía corporativa global de la secta "Iglesia de Scientology".
Después de dos años de no responder mis mails, de ignorar mis pedidos de entrevista, Petete tenía ganas de hablar conmigo.
“Cuando quieras”, escribí, “decime dónde y arreglamos”.
Send.
F5. Nada. La casilla no se actualizaba.
F5 otra vez.
Y otra.
Ansiedad.
Hasta que segundos después, un nuevo mail.
“En un bar donde se pueda fumar —decía—. O en algún lugar abierto. Quizás el Cementerio de la Recoleta, así le muestro a mi chica lugares de la ciudad. Es yanki. Es una ex-miembro de la Cienciología. La saqué de la secta hace un año”.
Una hora después, luego de atravesar media ciudad, los esperaba frente al cementerio.

***

En 2008, la palabra “anonymous” se repetía con insistencia en la web. No importaba dónde: en sitios porno, chats, páginas de juegos-online. Se venía la ciberguerra. De un lado, los apóstoles de la Cienciología, aquel cuestionado culto creado en 1952 por el escritor de ciencia ficción estadounidense L. Ron Hubbard, defendido por Tom Cruise y su séquito de celebridades. Del otro, un colectivo sin cabeza de hackers y ciberactivistas: los "Anonymous".
Meses después, en youtube apareció un video de dos minutos:



—Hola líderes de la Cienciología —decía una voz metálica, parecida a la emitida por el sintetizador de la silla del astrofísico Stephen Hawking—. Somos Anonymous. Durante años hemos observado sus campañas de desinformación, su supresión del disenso, sus videos propagandísticos en los principales medios. Anonymous ha decidido que su organización debe ser destruida por el bien de sus seguidores, por el bien de la humanidad. Los expulsaremos primero de la red y luego desmantelaremos su iglesia. No tienen dónde esconderse. Porque estamos en todos lados. Por cada uno de nosotros que caiga, diez más tomarán su lugar. Somos anonymous. Somos legión. Nosotros no perdonamos. Nosotros no olvidamos.

Protegidos detrás de sus máscaras de Guy Fawkes, aquel recordado católico inglés que en el siglo XVI intentó sin éxito hacer volar el Parlamento con explosivos y luego fue inmortalizado en la película anarco-futurista V de Vendetta, basada en el cómic de Alan Moore, los miembros de Anonymous parecían hablar en serio con el “Proyecto” u “Operación Chanology”, una campaña de ofensivas virales que sacudió y escandalizó la web.

Más que un video efímero, era una declaración de guerra seguida por envíos de faxes negros y ataques informáticos a los servidores del culto para sacarlos de línea. Todo orquestado virtualmente por este grupo polimorfo que había nacido en 2003 en el sitio 4chang.org. Consensuaban sus acciones en foros en los que cualquier participante podía proponer una acción que luego era refinada con miles de comentarios y votos de aprobación (+1) o de rechazo (-1).

¿Quiénes eran? ¿Qué querían? ¿De dónde habían salido? ¿Qué hacían en privado? ¿De qué se reían tanto?
Desparramé mails en foros secretos, y no tanto. En Whyweprotest.net y sitios no catalogados por Google y en callejones sin salida de la web local, con la misión de encontrar a alguien que formara parte y me explicara todo esto, cara a cara, café de por medio.
Ráfagas de mails.
Nada. Nadie contestaba.



Pero existían. El 2 de  febrero de 2008 Anonymous había hecho su primer coming out. Seguían un código de conducta de 22 reglas detalladas en el video de Youtube "Code of Conduct", entre las que se enumeraba “no violencia”, “no armas”, “no vandalismo”, “traer agua, un anónimo deshidratado no es un anónimo útil”, “cubra su cara”, “nunca esté solo”. Bajo esas reglas, 150 personas habían protestado frente a la Iglesia de la Cienciología en Orlando, Florida, Estados Unidos. Ocho días después, siete mil personas hicieron lo mismo en otras cien ciudades en todo el planeta. Con el sello visual y dramático que los distingue: la máscara de Guy Fawkes, la máscara de la sonrisa siniestra.

Finalmente, yo también pude comprobar su existencia. Un día de 2009 me llegó un mail sin palabras, sin imágenes. El mensaje sólo me incitaba a clickear sobre un link. No suelo hacerlo: pero lo hice. Una nueva página. Había encontrado el primer hilo de dónde tirar. Y tiré.

“Desde el comienzo de nuestra campaña, Anonymous ha revelado o expuesto a la luz pública cientos de actos ilegales, actividades fraudulentas y violaciones a los derechos humanos cometidos por la Iglesia de la Cienciología”, se leía en letras color verde Matrix sobre fondo negro. “A pesar de alegar ser una religión y funcionar como tal, se comporta extrañamente similar a lo que sería una empresa o secta. La Cienciología también ha sido implicada en numerosas fatalidades en cuanto a sus propios miembros, incluyendo el famoso caso de Lisa McPherson”.
La segunda pieza del rompecabezas. La segunda llave.

“Somos un colectivo de individuos unidos por ideas. Probablemente conocés a un Anonymous, aunque no sepas con exactitud quiénes somos. Somos tus hermanos y hermanas, tus padres e hijos, tus superiores y subordinados”, repetía con cierto aire al mítico Manifiesto Hacker escrito en 1986. “Somos los ciudadanos preocupados parados junto a vos. Anonymous está en todos lados y en ninguna parte. Nuestro número constituye nuestra fortaleza. Nuestra voluntad colectiva es la combinación de voluntades individuales. Nuestra mayor ventaja es el conocimiento de los principios fundamentales que compartimos como seres humanos. Este conocimiento es fruto de nuestro anonimato”.

En la Argentina, el debut social de Anonymus fue el sábado 14 de marzo de 2009. Poco tiempo antes la Cienciología había desembarcado en el país detrás de la Asociación Argentina de Comunicación y Cultura. El miércoles 11 recibí un mail en el que me anunciaban el evento. Sería a las tres de la tarde, en Ayacucho 1050, la sede local de Cienciología. El final del mail decía: “No me decepciones”.

Durante el viaje de ida me imaginé la escena. Cientos de hombres enmascarados alzando los brazos con pancartas, cámaras de televisión, la calle cortada, policías gordos transpirando a lo loco mientras contenían a la multitud, sirenas, olor a petardos y desesperación. El caos mismo. Nada de eso. Ni mil, ni cien, ni diez. Los Anonymous argentos eran cinco. Cuatro enmascarados (Petete, Caleb, Hombre sonriente y Anónimo) y una chica a cara descubierta llamada Lizzy. Ahí estaban, contra la sede local de Scientology.

Ni el kiosquero ni la verdulera de enfrente los vieron venir. Doblaron por la esquina, caminaron 50 metros y los cinco comenzaron, sincronizadamente, a repartir panfletos a los que pasaban por ahí.

De repente, Hombre Sonriente abrió su mochila y sacó dos aerosoles rojos con los que pintó las paredes con stencils mientras Petete y Lizzy se congelaban para retratar el momento en fotos que luego subirían a los foros de internet.

—¡Salgan de acá! Están en propiedad privada —gritó el presidente de la iglesia, Gustavo Libardi.
Y sin que nadie se lo preguntara, pareció empezar a defenderse.
— Lo único que nos interesa es ayudar a la gente. No tenemos otras motivaciones.Repartimos libros en la calle sobre la verdad de la droga. Y demostramos lo que hace el abuso psiquiátrico sobre las personas. No estamos en contra de la psiquiatría. Tenemos pruebas contundentes que los psicofármacos dañan.

Los gritos, los movimientos de cuerpos, las máscaras bigotudas de 90 pesos y un hombre desaforado de voz aflautada atrajeron la atención de los vecinos. ¿Una flashmob? ¿La grabación de una película? ¿Una manifestación algo tardía del carnaval? Los pocos y desconcertados taxistas y porteros que fueron testigos de la escena no deben haberlo entendido. Enseguida, luego de calurosos abrazos y palmadas en los hombros, los cinco miembros de Anonymous Argentina, ya se habían ido. Caminaban al grito de: ¡Epic win! ¡Epic win! Una especie de festejo, en un idioma privado.



Esa misma tarde aparecieron en América Noticias, que había cubierto el evento junto a mí, entonces trabajando para el desaparecido diario Crítica de la Argentina dirigido por Jorge Lanata. Pero no alcanzó para que muchos de los vecinos se enteraran de que había sido la primera vez que los cinco —ellos y ella— se veían cara a cara, después de horas de mails, chats, mensajes virtuales y firmas furtivas.

Ya sin la máscara, mientras cruzábamos la avenida Santa Fe en dirección al Burguer King de la esquina, después de pedirme que no los describiera, que no diera señas particulares ni nada que pudiera identificarlos, Hombre Sonriente me contó que se escribían con otros anonymous del mundo.

— No saben dónde queda Argentina pero nos creen cuando les decimos que estamos acá y que lo hicimos: Anonymous es como un cáncer que se desparrama.

Una vez que estuvimos sentados en las sillas del primer piso, Petete, treinta y pico de años, también se sacó la máscara y me contó que había sido oficinista y que ahora trabajaba de webmaster.

—Hicimos esto para que los vecinos supieran al lado de quiénes viven —me dijo mientras tomaba una Coca-Cola gigante—. La mayoría de las personas cree que es una religión cool, de las estrellas de Hollywood. Es cierto: todos, aunque tengan millones de dólares tienen necesidades afectivas. La Cienciología pega por eso: capta a la gente ofreciéndoles soluciones. Primero los reclutan con test de personalidad gratuitos. Mucha gente dice que sí y se sientan y les hacen 200 preguntas y les identifican sus puntos débiles para decirles que están enfermos o en problemas o con ganas de matarse. Te asustan y cuando te das cuenta ya estás adentro.

Después de hablar, antes de que pudiera hacerle preguntas, se levantó y me dijo que los disculpara, tenían que irse. Y se fueron.

***

Dos años después de esta tarde extraña, estaba en el cementerio de Recoleta.

Mientras lo esperaba pensé si Petete querría usarme como portavoz para salir en los medios, si buscaba adoctrinarme o sumarme a las filas de la versión local de Anonymous. Ganas no me faltaban.

En estos dos años, los enemigos de Anonymous se habían multiplicado y diversificado. Los miembros de la organización habían sido acusados de piratas y ciber-terroristas, antes y después de unirse a las protestas globales contra la ley estadounidense antipiratería SOPA. Tras el cierre del sitio Megaupload, gente que dice ser Anonymous atacó a las discográficas “para que aprendieran”. Luego del escándalo de WikiLeaks, varios de sus miembros tumbaron los sitios web del Departamento de Justicia de Estados Unidos, la CIA y el MI6. Y en sintonía con los Indignados españoles y los okupas de #OccupyWallStreet hicieron tambalear a la Bolsa de Nueva York, amenazaron con cerrar Facebook y colapsaron la web del Vaticano. En algo más de dos años, Anonymous había mutado. Se había convertido en otra cosa.

—Nos volvemos a ver —dijo detrás de mí una voz. La misma voz de “¡Epic win! ¡Epic win!”.

Era Petete, sin la máscara de Guy Fawkes pero escondido detrás de unos anteojos negros parecidos a los de Cyclops en las películas de los X-Men. Y su novia.

No recuerdo lo primero que le pregunté. Sé que no fue su nombre o su teléfono. No iba a respondérmelo.

—¿Qué va a ser off the record y qué no? —me dijo—. Ojo, de mí no quiero contarte nada. Decí que mido dos metros, soy rubio y tengo músculos.

Petete no mide dos metros, no es rubio y no tiene músculos.
Se sentó en un banco ubicado frente al primero de los muchos arcángeles del recorrido. Se acomodó la riñonera y con el cigarrillo entre los dientes empezó a susurrar.

—Los pibes que conociste en 2009 fueron mi primera célula, la primera generación —dijo—. Al poco tiempo tuvimos problemas internos. Problemas de egos. Empezamos a chocar entre nosotros y pasaron a atacarme a mí y a otros en vez de luchar contra la secta. Hice un movimiento y con gente de otras partes del mundo le hicimos el vacío a un par de miembros. Y desaparecieron. Yo seguí trabajando: investigando, traduciendo, poniendo cosas en internet. Por eso me dicen Petete: mi misión es informar. A fines de 2010 volvimos como célula con más gente. Y eso que no es fácil conseguir nuevos integrantes.

Petete me contó que lo suyo se trataba de una segunda ola. A meses de la ofensiva viral de Anonymous en 2008, en la Argentina un usuario llamado Zambanón había intentado hacer una protesta contra la Cienciología. Nadie sabe qué pasó: no pudo reclutar a nadie pese a promesas de asistencia en internet, fue solo y salió mal. Petete intentó ubicarlo al saber de su existencia tiempo después pero no tuvo éxito.

—Yo lo primero que hice cuando descubrí Anonymous fue ver si alguien lo había intentado hacer en Argentina —me dijo— ¿Cómo se prepara esto acá? ¿Existe esto acá?, me pregunté. Este flaco, Zambanón, pobre, había intentado iniciar la movida pero no había podido juntar a nadie. Intenté reclutarlo pero ya estaba inactivo.

Un gato se nos cruzó en el camino. Petete suspiró.

— Yo vi a Anonymous nacer. Ahora todo es muy distinto. Antes muy pocos me escribían. Ahora todos los pendejos que se creen hackers me contactan para sumarse al grupo. Los sondeo. Tengo un instinto afilado. Algunos suenan muy espía. Llegué a pedir número de DNI. Siempre están los que se ponen agresivos. Algunos se quedan por un tiempo. Otros van y vienen. Otros van más a protestas. Están los que prefieren actuar en internet. El perfil es muy diverso. Hay quienes estuvieron en la secta y lograron salir. También hay muchos que quieren formar parte de Anonymous por una cuestión de moda, como los nenitos que quieren ser hackers y después terminan metiéndolos en cana.
—¿Cómo? ¿Vos no sos hacker? —pregunté.
—No. Hice cositas en la época de los bbs, en la prehistoria argentina de internet, pero nunca fue lo mío. Desde febrero de 2008 cuando empezó como movimiento activista, Anonymous dejó claro que no era un grupo de superhackers. Por entonces Mark Bunker, periodista ganador de un Emmy, miembro de la "vieja guardia" anti-Scientology, hizo un video mensaje para Anonymous diciendo: "Muchachos, si hackean los van a meter a todos en cana y van a ensuciar el nombre de Anonymous. ¿Por qué, mejor, no hacen protestas e informan al mundo?".


Un video de Anonymous llamado "Call to action" también lo aclaraba: "No sólo somos un grupo de superhackers —decía—. Anonymous es un colectivo unido por la idea de que alguien debe hacer lo correcto, que alguien debe traer luz a la oscuridad, que alguien debe abrirle los ojos a la opinión pública. Queremos que se conozcan los peligros de la cienciología. Queremos que se sepa de la explotación infantil en sus gulags. Queremos que se conozcan los intentos de la cienciología de infiltrarse en el gobierno de Estados Unidos".


Petete es uno de los muchos miembros con verdadera militancia no-hacker de Anonymous Argentina y del mundo.

— Cada vez que salía un grupito hackeando o metiéndose en política dejábamos en claro que ellos no pertenecían a nosotros —dijo Petete.

A fines de 2010, cuando metieron preso al periodista y programador australiano Julian Assange aparecieron grupos de Anonymous que comenzaron a hackear a mansalva. El caso Wikileaks prendió la mecha en el grupo. Se declararon enemigos de los enemigos de Wikileaks y tumbaron a todos los que negaron su apoyo a Assange, como Visa, Mastercard, PayPal o Amazon.

—¿Viviste eso como una ciberguerra? ¿Qué se te pasó por la cabeza?
—Qué se yo. Anonymous se empezó a meter en un montón de "causas nobles". Pasando de repente a usar todo lo que habíamos dejado atrás porque no lo creíamos conveniente, porque era ilegal y manchaba al grupo. Mucha gente comenzó a sospechar y a decir, como yo, que esos no eran Anonymous. Otros, en cambio, no lo vieron como problema; vieron bien que Anonymous se ampliara sin darse cuenta que así perdíamos fuerza.

Una mujer me preguntó algo. Ellos siguieron caminando. Los perdí de vista. Pensé que se habían ido.

— ¿Sabés dónde está la tumba de Perón? —me gritó Petete de lejos.

Luego de alcanzarlos, le pregunté si había advertido algún cambio interno en Anonymous, una especie de golpe de estado desde el último cambio de rumbo.

—No. Anonymous no es organización piramidal o jerárquica donde se bajan órdenes. No hay líderes. Funcionamos en células independientes. Hasta fines de 2010 éramos un colectivo más homogéneo. En una conferencia, Gregg Housh, uno de los fundadores de Anonymous, dijo que la espada de doble filo de Anonymous es que cualquiera se puede calzar la máscara e izar la bandera y hacer cualquiera en nuestro nombre. Por como yo veo la cosa ahora, para mí hay desde grupos políticos tomando desde adentro a Anonymous hasta infiltrados de la Cienciología, nuestros grandes enemigos, que buscan destruirnos.

Frente a la tumba de Aramburu recordé haber leído en alguna parte que en 2011 habían surgido otros grupos locales de Anonymous.

—Sí —respondió Petete—. Nunca nos contactaron, cosa que es misteriosa, pero desde el principio nos robaron logos. Algunos nos linkean pero mezclando con ataques que no tienen nada que ver con nosotros. A mí me suena más a algo armado, para ensuciarnos. No sé. La verdadera lucha es contra la Cienciología. Para mí es contraproducente lo que hacen otros grupos de Anonymous en el mundo. No me parece activismo hackear sitios. No cambiás nada con eso. Te exponés a que te pongan en cana. ¿En España en febrero de este año y el anterior a cuántos perejiles atrapó la policía?

La respuesta: la policía detuvo a cuatro miembros del grupo en el marco de la operación internacional "Exposure". En América Latina fueron acusados otros 21 ciberactivistas de ser los presuntos responsables de ataques a páginas webs de partidos políticos, instituciones y empresas.

—No es cuestión de decirles: 'Chicos, sean buenos, no hackeen'. Cada vez se ponen objetivos más altos, más locos: hackear a la CIA, al FBI, Interpol. Y después caen. Por otro lado, no faltan los que quieren hacer plata con publicidad en sus sitios web o vendiendo máscaras mal hechas y feas.

La fuerza que mueve a Anonymous es la indignación. La voluntad por hacer lo justo cuando la justicia global parece haber fracasado. Pregunté si sus amigos sabían algo de su doble vida.

—Algo —contestó—. Saben partes. Pero mucho no lo entienden. Pasé por Greenpeace pero nunca sentí que fuera una causa que me representara plenamente. Los activistas son geniales pero los líderes y el hecho de contratar telemarketers para sacar más y más dinero de sus miembros son algo que apesta. Y en 2008 me puse a buscar por internet y encontré el mensaje a la Cienciología de Anonymous y me estalló la cabeza. Esto no es un hobby. Muchas veces dejé de juntarme con mi familia por esto. Además, siempre me interesaron las sectas. Y así empecé a entrar en contacto con gente de todo el mundo.

Así fue como Petete —el que no se lleva bien con los abogados, el que escribía cómics de chico, el que no quiere que lo describa— se convirtió en el protagonista de su propia historieta.

—Para mí el único enemigo de Anonymous es la cienciología. Hay otras organizaciones para combatir contra las corporaciones o por otras causas. ¿Por qué desaprovechar nuestro potencial de luchar contra algo contra lo que nadie lucha? La cienciología está más interesada en la guita que cualquier otra secta. Te separa de tu familia, de tus amigos. Es cierto que, muchas veces, no tener líderes nos juega en contra. ¿Que va ser lo siguiente? ¿Anonymous contra el capitalismo? Además, si un día volteás a Mastercard, al FBI, a Interpol y al día siguiente vuelven a estar online. ¿Cuál fue el cambio? ¿Demostrar que sos re pulenta para que después te metan en cana?

De repente, Petete dejó de esquivar mi mirada y reveló por qué recién ahora, después de dos años, había respondido mis mails.

— Dentro de poco va a haber una implosión.
— ¿Una implosión?
— Sí. En cualquier momento, Anonoymous va a explotar desde adentro. Y va a quedar lo que Anonymous originalmente fue: Chanology, o sea, la lucha contra la Cienciología. Estos movimientos de “hackear a Dios” van a terminar desapareciendo. Van a ser limpiados naturalmente. Y Anonymous volverá a ser un grupo de activistas que es lo que creo que hace de Anonymous algo distinto. Pero qué se yo. Quizás deba ocurrir.

Unas semanas después leí en un diario nacional que un supuesto grupo de Anonymous había protestado contra la tarjeta electrónica que permite, en Buenos Aires y alrededores, viajar en subte y en colectivo sin usar monedas. Decían que, en cualquier momento, el Estado puede rastrear qué hacen, dónde viajan los ciudadanos. Para ese grupo de Anonymous el enemigo era la tarjeta SUBE, y paradójicamente para demostrar cuan insegura es al guardar información de los usuarios, se dedicaron a publicar la información personal contenida en su base de datos, exponiendo a los usuarios como acusaban de hacerlo a la empresa.

Y no, las violaciones a los derechos humanos dentro de la secta "Iglesia de Scientology" no les importaba.

FUENTE:
http://www.revistaanfibia.com/cronica/anonymous-contra-todos-y-contra-nadie/pagina-1